
Cuando Alita Porto Reis pasó los 70 años, comenzó a perder su independencia y necesitar ayuda debido al alzhéimer.
Llegó al punto en que ya no podía comer, bañarse ni vestirse sola al avanzar la enfermedad. Apenas reconocía a alguien.
Sin embargo, en los últimos días de su vida tuvo una mejora repentina.
«De la nada, comenzó a hablar con mi madre. Se acordaba de todo», dice su nieta Samanta. «Mi abuela siempre tuvo una personalidad muy fuerte, pero olvidaba quién era, perdía su esencia. Y, en los últimos días, volvió».
Ese regreso también tuvo un significado especial para su hija Ana Lúcia.