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sábado, diciembre 28, 2024
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“No alcanza con dejar de estar tristes para ser felices; necesitas desarrollar la alegría, el optimismo, la esperanza”

Santo Domingo, RD– La consultora y conferencista Laura Isanta recuerda que se encontraba en medio de la cuarentena en su natal Argentina cuando recibió desde México el alentador mensaje de una conocida. “La pandemia nos ha puesto más apreciativos, como tú nos vienes enseñando desde hace años”, decía.

Para Isanta, en efecto, la emergencia sanitaria mundial ha evidenciado la necesidad y la importancia de practicar la apreciatividad, un concepto que ella desarrolló (la palabra no aparece en el diccionario) y que define como la capacidad deliberada de percibir lo valioso en personas, acontecimientos y cosas, y de construir una nueva realidad a partir de ello.

“Es un muy buen momento para la apreciatividad porque este contexto nos ha hecho darnos cuenta de lo que es esencial y en muchos casos también nos ha hecho descubrir mucho potencial que antes estaba en el espacio de comodidad”, dice la consultora especializada en felicidad organizacional y autora del libro Apreciatividad, el arte de percibir lo valioso (Ediciones Granica, 2018).

No obstante, de acuerdo con Isanta, la cultura y la educación le roban al ser humano la capacidad de ser apreciativo al inducirlo a poner el foco en lo negativo o en aquello que debe corregir.

El enfoque basado en resolver problemas o en reparar lo que se ha dañado no asegura por sí solo el estado de plenitud o bienestar interior que muchas personas anhelan experimentar.

“No alcanza con dejar de estar tristes para ser felices -asevera Isanta-; necesitas desarrollar la alegría, el optimismo, la esperanza”.

La buena noticia, dice, es que todas las personas tienen la habilidad de la apreciatividad. “La mala es que es muy probable que no la estés usando en su totalidad”.

La apreciatividad, por el contrario, es un camino directo al bienestar. Así lo asegura Isanta, quien trabaja hace varios años entrenando a las personas para que apliquen esta habilidad consigo mismas, con otros y con el mundo a su alrededor.

De ahí surge el Modelo ACOM, que significa apreciatividad conmigo, con otros y con el mundo. Isanta afirma que el trabajo en cualquiera de estas tres áreas influye en las demás, aparte de incrementar el estado de bienestar.

“Cuanto más me aprecio y me valoro, más autoestima y autoconfianza hay, y los estudios de felicidad muestran que, a mayor autoestima y autoconfianza, mayores niveles de felicidad. Cuanto más nos apreciamos somos capaces de apreciar a los demás, construimos mejores relaciones, y no hay estudio de felicidad que no muestre que la calidad de las relaciones incide notoriamente en los niveles de bienestar”, explica y añade que ser más apreciativo con el mundo alrededor hace a la persona más capaz de capturar oportunidades y grandes negocios, “con lo cual eso impacta en los logros y los logros también tienen un impacto fuerte en la felicidad”.

Para evaluar las habilidades apreciativas de una persona hacia sí misma, hacia otros y hacia el mundo, Isanta desarrolló un test disponible en su portal web.

La conferencista, aliada de Rhumansite en República Dominicana, charló con Listín Diario por invitación de AFP Crecer. Este es un extracto de esa conversación.

¿Qué es la apreciatividad?

Es la capacidad de percibir y rescatar lo que es valioso y significativo de las personas, de los sucesos y de las cosas. Es la observación deliberada de lo mejor y lo preciado. Las personas apreciativas ven el todo, pero eligen construir su vida y su futuro a partir de lo mejor de lo que hay. No se trata de negar lo que no funciona, lo que no está bien, sino de mirar ese todo, ocuparnos de eso si es necesario, pero primordialmente nuestro foco está puesto en capturar el potencial e imaginarnos mejores futuros con eso que encontramos. ¿Por qué no lo llamamos aprecio? Porque la apreciatividad no es solamente la capacidad de capturar, sino de construir cosas con eso que encontramos. A mí me gusta decir que la apreciatividad no es un consuelo de tontos donde decimos: ‘Tan mal no estamos porque nos va bien con esto”, sino que es la capacidad de apreciar, de valorar, de encontrar el potencial, pero no descansar en él, sino imaginarnos mejores futuros; hay que hacer algo, construir algo con eso que encontramos, si no, no estaríamos hablando de apreciatividad. Es una combinación de apreciar más acción; de imaginar buenos futuros, pero también de concretarlos.

Usted habla de la observación deliberada. ¿Es necesario desarrollar la apreciatividad? ¿No venimos con esa capacidad de manera natural?

Yo creo que venimos con mucha de esta capacidad, pero la cultura y la educación a lo largo de la vida suelen ir quitándonos esta capacidad, porque nos enseñan más a focalizarnos en el problema, en lo que no funciona, que en hacer crecer lo que está bien. Como nuestro cerebro es un experto buscador de amenazas, por supervivencia, creemos que ese es el mejor y único camino para crecer y desarrollarnos y lo usamos en demasía, hasta una cuota poco saludable para el florecimiento humano, porque ocupamos demasiado de nuestro tiempo focalizados en resolver problemas y poco en hacer crecer el potencial existente o el talento, las fortalezas, el lado más brillante de las personas en las organizaciones y en nuestro alrededor. A medida que crecemos vamos perdiendo la capacidad de asombrarnos de las cosas simples de la vida, de ver las oportunidades a nuestro alrededor, nos vamos poniendo tan exigentes con nosotros mismos y con los demás que miramos más los defectos y las debilidades que los talentos y las fortalezas, y eso se nos va instalando, generalmente, en la cultura en la que estamos inmersos y, con los años, a medida que nos acercamos al final de la vida, vamos recuperando es capacidad porque empezamos a ver esas cosas que verdaderamente son esenciales y valiosas. O sea que hay diferentes momentos en los que creo que nos sale más o menos naturalmente la apreciatividad. No obstante, se entrena. No importa con cuánta hayas nacido, no importa el contexto en el que te hayas desarrollado; lo que sí puedo mostrar, porque me dedico hace muchos años a entrenar esta capacidad, es que, con práctica sostenida y específica, la cantidad de apreciatividad que tengas puede incrementarse. Todos tenemos esta habilidad, y esa es una muy buena noticia; la mala es que es muy probable que no la estés usando en su totalidad por esto que te comentaba.

¿Cómo desarrolla el concepto de apreciatividad?

Yo apliqué durante muchos años en muchas organizaciones los diálogos apreciativos, una metodología de cinco pasos que utiliza la mirada apreciativa como, y lo que observé es que, por mucho que la aplicáramos y tuviera éxito creando un shock bastante importante en las organizaciones, cuando nos íbamos, al poco tiempo, la filosofía apreciativa, esta cosa que a mí me importaba que era que quedara en las personas instalado un cambio cultural, se diluía con la vorágine del día a día. Y así fue que empecé a curiosear. No había nada escrito sobre apreciatividad, de hecho, la gente cree que la palabra apreciatividad está en el diccionario; no existe en el diccionario. Es una palabra que yo tomé de una mala traducción. Pero la tomé, en principio sin saberlo, y luego creé este constructo que es un combo que va más allá de la apreciación nada más. Y todo eso me fue pasando sin ser demasiado consciente de ello. Cuando empecé a tener esta curiosidad la pregunta que yo me hacía era cómo se puede entrenar esta capacidad. Empecé a recopilar ideas, empecé a estudiar psicología positiva para tener información y vi que no había nada al respecto. Sí había sobre inteligencia apreciativa, que es otro constructo, y de diálogos apreciativos, pero no específicamente sobre esta capacidad de aprecio más acción. Llevaba libretas en mi cartera todo el tiempo y todo lo que escuchaba o veía sobre apreciatividad iba a parar a una libreta. Empecé a ponerlas en post-it, durante tres años pegué post-it en la pared del comedor de mi casa con todas las ideas, y un día después de muchos años, de mucho estudio, de aplicar esto en las organizaciones en las que yo trabajaba, le encontré como una conexión y me di cuenta de que ahí había una información muy valiosa y era que la apreciatividad la practicábamos todo el tiempo y lo hacíamos con nosotros mismos, con los otros y con el mundo que nos rodeaba y que cualquiera de esos botones que nosotros tocáramos influía en el otro y que eso era superimportante para la vida porque, cuanto más me aprecio y me valoro, más autoestima y autoconfianza hay, y los estudios de felicidad muestran que, a mayor autoestima y autoconfianza, mayores niveles de felicidad; cuanto más nos apreciamos somos capaces de apreciar a los demás, construimos mejores relaciones, y no hay estudio de felicidad que no muestre que la calidad de las relaciones incide notoriamente en los niveles de bienestar de las personas. Después noté que cuando más apreciativos éramos con el mundo a nuestro alrededor, éramos más capaces de capturar oportunidades y grandes negocios, con lo cual eso impactaba en los logros y los logros también tienen un impacto fuerte en la felicidad. Con lo cual la apreciatividad era un camino directo al bienestar. Entonces, decidí entrenar esta capacidad porque el objetivo final de ella es el bienestar de las personas y todo lo que va dejando en el camino. ¿Que cómo empecé? Jugando, y los 500 post-it se convirtieron en el modelo ACOM, que significa apreciatividad conmigo, con otros y con el mundo. Comprobé y sigo comprobando que tener esas habilidades genera una diferencia.

¿Cómo se entrena la apreciatividad?

Se hace con práctica sostenida, ejercicios claros y precisos que generen en vos el hábito de que esta mirada sea la que te ocurra más recurrentemente. Un ejercicio supersencillo y que me gusta mucho es el SPA, siglas de stop, percibo y aprecio: significa tomar una respiración profunda, que es el stop, percibo dónde estoy y cómo me siento por dentro, y aprecio o capturo algo de este momento digno de ser valorado. Si yo este ejercicio lo agrego varias veces al día, voy a descubrir cosas que, por haber estado en la vorágine, no hubiera distinguido y no hubiera sido capaz de capturar. Y si esa captura hubiera sido, por ejemplo, una habilidad, digamos que reconozco mi capacidad para comunicarme, eso puede a mí servirme para una acción futura; yo puedo tener que dar una charla y eso me da confianza. Al final del día, si anotas lo que te ocurrió durante el día, es probable que encuentres información valiosa. Hay que repetirlo porque, si no, nos olvidamos. Después hay otros ejercicios que podrían ser más desafiantes, especialmente en el mundo de los negocios, como dedicarte una semana a apreciar secretamente a un colaborador: sin que el otro lo sepa, te doy una serie de pautas para que observes lo valioso que tiene y al final de la semana lo invites a tomar un café y le cuentes que lo estuviste admirando secretamente y que le cuentes lo que encontraste. Yo te puedo asegurar que hay experiencias del más duro de la organización al que se le desacomoda todo cuando lo tiene que hacer y que al final descubre la diferencia que hay en una relación cuando uno es capaz de conectarse con el lado más brillante de las personas, sin negar lo que no funciona y lo que no está bien. El secreto de la apreciatividad es poner en primer plano esto que habitualmente está tras la sombra.

Y si hay algo que corregir, ¿lo puedo hacer desde la apreciatividad?

Si estamos hablando de apreciatividad, la idea sería que no te focalices en lo que no está bien, sino que tu mirada tiene que estar mayoritariamente viendo cómo haces crecer lo mejor de lo que hay y lo otro va a desaparecer por default. También puedes mirar lo que no funciona con pensamiento crítico apreciativo. Nosotros hemos aprendido en pensamiento crítico en general a preguntar dónde está el problema, qué es lo que hay que arreglar; el pensamiento crítico apreciativo puede ayudarte a hacer otra clase de preguntas como, por ejemplo, qué es lo que mejor hacemos en esta organización, porque si la organización está viva quiere decir que hay una parte de la organización que está haciendo ciertas cosas que están bien. ¿Qué pasa si hacemos crecer aún más eso que nos sale fácil y ocuparía mayor espacio y empezaría a quitar espacio a aquellas cosas? Suponte que me llaman a mí como consultora para tratar de resolver un problema que es la mala comunicación entre las personas, entonces yo pregunto: “¿Acá hay gente que se comunica bien? ¿Sí? Bueno, ¿qué hacen? Entonces, hagamos más de los que están haciendo las cosas bien”. Ese sería el cambio de paradigma que es la base de los diálogos apreciativos, pero más allá de eso, con el pensamiento crítico apreciativo, que es otra cosa, yo lo que puedo es tener un kit de buenas preguntas que me ayuden a mirar el problema más allá de encontrar una solución que me devuelva al estatus quo, es decir, arreglar la máquina que está rota, que es básicamente la metodología de resolución de problemas. En cambio, desde la mirada apreciativa, sería ir un escalón más. No alcanza con dejar de estar tristes para ser felices; necesitas desarrollar la alegría, el optimismo, la esperanza. Uno puede tener una vida reduciendo o quitando la tristeza, pero eso no es garantía de felicidad. Necesitas una mirada apreciativa para focalizarte en qué quiero ver crecer y no en qué no quiero ver más.

¿No es difícil ser apreciativo en una sociedad pesimista?

Totalmente. Van a creer, como digo yo, que te fumaste algo el día anterior. Si estás convencida de que ese es el camino, te lo vas a tener que bancar. Nosotros no tenemos por qué andar por la vida queriendo que los demás se vuelvan apreciativos, pero sí creo que tenemos la obligación de andar por la vida comportándonos como ese mundo que queremos crear. Yo digo que la apreciatividad se entrena, pero se aprende por imitación; si nosotros queremos hijos con más aprecio y valoración, nuestros hijos van a imitar nuestro comportamiento, con lo cual, te vas a encontrar en un mundo que va a generarte bromas o a pensar que estamos un poco locos, pero no hay que perder la confianza en que nosotros también podemos ser imitables y podemos contagiar por imitación. Cuando nuestros actos son saludables, la gente termina imitándonos, a la larga o a la corta. Puede que el camino sea complejo en algunos contextos, pero tiene premio. Cuanta mayor cantidad de personas practiquen la apreciatividad, mayor posibilidad hay de que también se transmita a futuras generaciones. Y por otro lado, si vamos a esperar que el mundo sea perfecto, que las cosas funcionen sobre ruedas sin ningún tipo de inconvenientes, que las personas no tengan defectos y debilidades, que nosotros seamos perfectos, no vamos  a empezar nunca a ser apreciativos. El gran desafío que tenemos es ser apreciativos en el mundo tal cual es, y no como nos gustaría que fuera, y ese es el desafío que tenemos por delante.

¿Cómo nos ayuda la apreciatividad a encontrar mejores oportunidades de negocios?

Muchas veces andamos por la vida muy distraídos, muy indiferentes a las oportunidades que nos rodean. De hecho, hay numerosos estudios sobre la suerte que dicen que, por ejemplo, las personas que tienen suerte tienen ciertos comportamientos que favorecen la buena suerte y uno de ellos es la capacidad de apreciar y de distinguir lo que hay a su alrededor… el post-it, por ejemplo, es un invento que fue un error en principio, porque se buscaba un pegamento que pegue y el post-it no pega, si no fuera porque una persona fue capaz de usarlo para marcar su Biblia, su libro de la iglesia, y encontró ahí otra utilidad; quiere decir que vio una oportunidad donde otros solo veían basura. Eso es andar por el mundo mirando lo mejor de lo que hay. Hay gente que puede ver a su alrededor oportunidades que otros no ven. Eso se entrena. Tojo Thatchenkery, el creador de la inteligencia apreciativa, llama la inteligencia apreciativa la capacidad de ver el roble en la bellota. Hay personas que cuando ven una semilla, ven una semilla, y hay otras que ya ven el árbol y sus frutos. Los grandes negocios no son creados por personas más inteligentes en general, como creemos nosotros, sino por personas que ven lo que otros no ven. Es lo mismo que pasa con las personas de suerte: ven lo que otros no ven y hacen lo que hay que hacer para que ese potencial se manifieste. Entonces, hay ciertos comportamientos que podemos repetir que generan el encuentro con la oportunidad. Creemos que es casualidad o azar, pero si estudiamos a las personas con suerte podemos darnos cuenta de que hacen muchas cosas para estar en el lugar indicado en el momento indicado.

Laura Isanta

Creadora del concepto Apreciatividad y del Modelo ACOM. Diplomada en Felicidad Organizacional y en Psicología Positiva. Entrenadora y facilitadora certificada por la Happiness Studies Academy. Coach y especialista en Indagación Apreciativa. Autora del libro Apreciatividad, el arte de percibir lo valioso. Conferencista y formadora. Speaker aliada de Rhumansite en República Dominicana.

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