En los últimos tiempos se vive en el país una «descomposición social», una pérdida de valores que llama poderosamente la atención de entendidos y profanos. Ya a nivel educativo no se le da importancia a lo axiológico, pues mucha gente ve y evalúa solo los conocimientos en cada disciplina, otros en cambio evalúan el éxito en función de lo que se es y de lo que se tiene.
En la política, que es la disciplina que queremos destacar, mucha gente no le da importancia a lo axiológico, a los valores de la transparencia, de la lealtad, que de la sinceridad, del trabajo, de la honestidad y la seriedad. Parece que se está pensando en el inmediatismo, en «qué hay pa’mí», en «dame lo mío», en cómo se conseguirá algo, sin detenerse a pensar en lo trascendente, esto es en los valores, la reputación, la personalidad.
Esta pérdida de valores en la política se manifiesta en lo que se denomina chaquetazo, consistente en «cambio de ideas, partido, empresa o institución por interés personal». En los últimos meses se ha extendido como una epidemia la práctica de algunas personas que militan en un partido por varios años y de repente renuncian de dicho partido alegando un grupo de razones que no son creídas ni por ellos, sino más bien que se les ve como justificaciones del paso que acaban de dar.
Lo peor de esas personas que saltan de un partido de oposición a otro partido oficialista es que en ese partido los reciben el primer día como héroes y heroínas, incluso hacen actos públicos presentando a los saltarines políticos que son importantes en ese partido hasta ese día del acto. A partir de ese momento son vistos con celos y desconfianza en el partido al que llegan, donde a muchos se les escucha decir “Quién va a creer en esos que llegaron ahora porque estamos en el gobierno; cuando perdamos harán lo mismo que acaban de hacer porque son gobiernistas”. A otros se les escucha decir lo siguiente: “La verdad que están locos; no les resuelven a los miembros que nos matamos para que el partido llegue al gobierno ¿y les van a responder a estos?”, “que ganen con ellos”. Traidores, oportunistas, vacilantes, son, en fin, algunos de los epítetos que se lanzan contra los que cambian de organización política sin ton ni son.
Finalmente, lo que quiero indicar es que lo que le espera a un miembro de un partido de oposición que brinca o salta al partido de gobierno es el ser visto muy mal por sus antiguos compañeros y por los miembros del partido a que llega, así como de la sociedad en su conjunto. Y no puede ser de otro modo porque en definitiva lo que está en juego es la reputación del acróbata político.
En el fondo la sociedad dominicana en su conjunto odia el transfuguismo y, aún más, odia a los tránsfugas, desleales y saltarines.
La sociedad valora y respeta al que lucha, al hombre de firmeza; la sociedad respeta y valora al que en medio de las adversidades se sobrepone como muy bien lo ha hecho el PLD, organización que sin dudas volverá al poder con Abel en el 2024, en primera vuelta.
Abel ganará en primera vuelta, y no porque yo lo diga sino porque ya hay un pueblo persuadido por los hechos en contra del gobierno del PRM, un gobierno demagogo, que ha colocado los materiales de construcción a precios inalcanzables, un gobierno sin realizaciones, con la comida cara, sin salud y con un sistema educativo que va en retroceso.
Estamos frente a un PRM que ha empobrecido al pueblo dominicano, y ese abuso no se quedará impune.
Franklin Ferreras