Oscar López Reyes
El Aedes Aegypti, el mosquito semidoméstico vector del dengue, que crece en criaderos, floreros con arena húmeda, tanques y otros refugios de agua de mucha duración, está infestando en altos índices a la República Dominicana, cundiendo el temor de que este insecto desencadene una epidemia de incalculables proporciones.
Un zancudo tan pequeñito, cuyas alitas se les desprenden con el más simple soplo, tumba a grandes y gordos, y no aparece una fuerza para derrotarlo y evitar que se siga diciendo que el Aedes Aegypti ha doblegado a un segmento de la población.
Esa sabandija encuentra cancha en los tiestos viejos y basureros, y aprovecha los descuidos de los seres humanos para arrojar larvas y alimentarse de la sangre humana, pero una parte no lo ha querido entender, ya que le encanta buscarle la quinta pata al gato, especular y jugar con candela.
Por creer en cuentos de camino e imaginarse que las cosas no son como sostienen los galenos, muchos están cerrando los ojos para siempre. Si en vez de machacarlo, dudar de la acechanza y maldad del bichito, así le dejan una brecha para que le pinche, le contagie los huesos o lo meta en el catafalco.
En África, Asia y el Caribe, esos gorgojos han comenzado a picar más al aire libre y durante el día, en vez de hacerlo en interiores y en la noche, y ha desarrollado resistencia a insecticidas generalizados y a los medicamentos que -alguna vez- fueron muy efectivos.
Como una infección viral de los trópicos y subtrópicos originada por mosquitos, el dengue se caracteriza por fiebre alta y dolores agudos en la cabeza, articulaciones, músculos y huesos. Su grado de fatalidad puede ser alto, hasta ahora no existe ningún producto comercialmente accesible y en la actualidad se efectúan estudios en la búsqueda de un medicamento efectivo.
Los primeros escritos sobre el dengue fueron de la autoría del doctor Benjamín Rush, en 1780, y en la República Dominicana se ha convertido en endémica, en vista de que periódicamente se reportan brotes de la enfermedad, con más énfasis desde 1985.
Además de esta enfermedad viral transmitida por mosquitos, que son muy adaptables en distintos países, en otras naciones provoca la malaria, que ha llevado a la tumba a más personas que cualquier otro patógeno.
Pocas veces los centros de salud se han visto desbordados por pacientes que reclaman auxilio de urgencia, y se ha notado la ausencia de tantos empleados y estudiantes en las aulas, que se quejan de dolores en las articulaciones y la cabeza, fiebre alta y otros malestares propios del mortificante virus, procreado por el referido parásito infernal, que tenemos que aplastar.
La población tiene que hacer caso a las recomendaciones del Ministerio de Salud Pública, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Colegio Médico Dominicano, los epidemiólogos e infectólogos, y no confiar en los presuntos y sospechas, como que se puso malo o mejoró, porque torció la boca, se rascó la oreja o se expresó con lentitud o rapidez.
Aunque cascarrabias, usureros, policías abusadores y delincuentes reduzcan su accionar, abatidos por el virus, tenemos que auxiliarlos, a los buenos y hasta a empleados que han tenido que tragarse sus palabras después de que dijeron que querían que les diera el dengue, para no ir a trabajar.
Generar alta credibilidad en la campaña contra el dengue y matar mosquitos a diestra y siniestra es el reclamo de la hora. ¿Qué esperan las juntas vecinales, clubes, partidos y sindicatos para salir a atrapar racimos de mosquitos en solares baldíos, alcantarillas y cacharros?
Aparte de la inconsistencia informativa y la pobreza de la cobertura de la campaña publicitaria, el raquítico mosquito ha jugado fútbol con el Ministerio de Salud Pública, que en un principio medio se durmió. El presidente Luis Rodolfo Abinader Corona tuvo que intervenir, en una especie de socorro para dar la voz de alerta y disponer la creación de una amplia estructura para afrontar la problemática.
Si en el 2014 -en el mandato morado de Danilo Medina- la Chikungunya, también transmitida por la citada alimaña, se metió en un bolsillo a un millón de dominicanos y dislocó a los estamentos sanitarios, tenemos que apoyar la cruzada del gobierno de crear un Gabinete de Acción Contra el Dengue, prender velas y orar en las iglesias para evitar los tropezones y fracasos similar a la Chikungunya. Este brote epidémico ha de servirnos de experiencia y espejo.
Tenemos que buscar diferentes formas de matar a los escuadrones de zancudos, en vista de que están desarrollando resistencia a las moléculas químicas, como los repelentes especiales. Los expertos señalan que los mosquitos son muy adaptables, especialmente en climas cálidos y húmedos, que en su carrera son más rápidos que los nuevos productos.
Por la abundancia de vertederos, el dengue se ha propagado con facilidad, y ha desbordado a los centros de salud, donde miles de personas reclaman diariamente auxilio de urgencia, sin contar los que se encorvan en sus hogares e ingieren acetaminofén y jarras de agua.
Para dar la respuesta solicitada por el presidente Abinader Corona, el Ministerio de Salud Pública está obligado a reforzar los centros sanitarios con más médicos e improvisar unidades especiales, porque es inhumano que un niño, una embarazada, una viejita o un enfermo complicado tenga que esperar hasta 4 y 5 horas para recibir asistencia facultativa.
Para despedazar el mosquito transmisor, partidos políticos, clubes, sindicatos y organizaciones barriales tienen que acompañar al Gabinete de Acción Contra el Dengue a eliminar criaderos, botar vasijas destartaladas, limpiar patios y ranchos, botellas, latas, chatarras, gomas viejas de vehículos, etc., y a repartir masivamente agua y acetaminofén.
El autor es miembro fundador del Círculo de Periodistas de la Salud (CIPESA)