Oscar López Reyes
En una disyuntiva, por la sobreabundancia de ofertas para cargos oficiales, estaría batiéndose el presidente Luis Rodolfo Abinader Corona, en el momento en que la sociedad se sumerge en una ancha expectativa, que sube de tono en el compás en que se acerca el 16 de agosto, a propósito de las aguardadas nuevas designaciones y la rotación de funcionarios gubernamentales. Suponemos que estará pensando en no dar la sensación -con muchas postalitas repetidas- de comenzar un gobierno que luzca envejecido y en la frescura para lograr un impacto público positivo, en consonancia con el nuevo cambio.
Tenemos la aspiración de que a Abinader Corona no se le apriete el pecho ni le tiemble la mano derecha para firmar decretos seleccionando a incumbentes competentes, escuchas y tolerantes, austeros, respetuosos, entregados e íntegros sin la bolsa de la desmedida ambición financiera. Así tendrá que ocurrir, en virtud de que su nueva intendencia presidencial podría ser socialmente más crispada, en la obligación de consolidar la gobernabilidad democrática institucional y continuar la recuperación y la sostenibilidad económica.
Soberanamente, el jefe de Gobierno está facultado, conforme el artículo 128 de la Constitución de la República, para nombrar a los ministros, viceministros y demás funcionarios públicos que ocupen cargos de libre nombramiento…, y a los titulares de las entidades y organismos autónomos y descentralizados del Estado, así como aceptarles su renuncia y removerlos.
Abinader Corona cosechó la victoria comicial con el respaldo de su amplio Partido Revolucionario Moderno (PRM), de una coalición de más de 20 partidos y el accionar de más de 80 movimientos, lo que significa que suman miles los aspirantes a más de 2 mil cargos gubernamentales, aparte de que más de 300 funcionarios de primera jerarquía están imbuidos en el deseo de que no les toquen en sus puestos. ¿Cuántos serán designados? y ¿cuántos se quedarán en sus poltronas?
Por doquier nos preguntan, como periodista, quiénes se quedan y quiénes se van, y respondemos que tenemos la creencia que ni siquiera el jefe de Estado ha delineado terminantemente el relanzamiento del Gobierno, aunque se presupone que ocuparían asientos Guido Gómez Mazara, Ramón Alburqueque, Guillermo Moreno, Eduardo Estrella y Julio César Valentín. No obstante, vamos a plantear nuestro parecer, en una novena, a ver si puede ser útil en el rediseño del nuevo gabinete ministerial:
1.- No dejaría en el mismo cargo a los que lo han ocupado durante los cuatro años de este primer período de gobierno, y confirmaría a los que no tienen cuatro años y han realizado una labor encomiable.
2.- Colocaría en la lista negra a los funcionarios actuales que las auditorías de los órganos que guían revelen sospechosas inconsistencias.
3.- Excluiría de la nómina estatal a los que se estampen con un insatisfactorio desempeño en la gestión institucional, conforme los resultados del MAP; que no han resuelto las dificultades encontradas o surgidas, y se escudan en excusas.
4.- Dejaría vacante a los que han sido jefes superiores de instituciones en los dos anteriores gobiernos, y los pondría como asesores honoríficos, para aprovechar sus vastas experiencias.
5.- Sacaría de juego a los funcionarios que han sido controversiales, puestos en tela de juicio o no hayan presentado su declaración jurada de bienes.
6.- No designaría a los aspirantes cuestionados que han sido ministros, directores generales, funcionarios judiciales o miembros del Ministerio Público en administraciones precedentes.
7.- Pondría en la reserva a los partidarios que aspiran a la Presidencia de la República en las elecciones del 2028, para que no usen los recursos del Estado en sus pretensiones.
8.- Les daría bola negra a los que ocupan altas funciones en el Partido Revolucionario Moderno (PRM), a fin de que a este le dediquen el tiempo requerido.
9.- Llamaría a montarse en el tren oficial a intelectuales, escritores y otros profesionales de reconocida honradez, capacidad y coraje, para que ayuden a ejecutar proyectos y programas en el actual contexto de volatilidad económico-financiera e incertidumbre política global.
Lógicamente, el presidente Abinader Corona no gobernará apenas con novatos, lo que denota que tendrá que reubicar a los que han tenido un desempeño transparente y eficiente en la rienda pública. Además del buen trabajo, suponemos que habrá de reconocer la lealtad en el compromiso y a los que tonifican con su capital político. Sólo quien se ha acomodado la banda presidencial conoce el perfil adecuado para el nuevo funcionariado que habrá de encarrilar la senda de profundizar la democratización e institucionalización de la Nación.
Ahora, ningún funcionario o aliado triunfante debe hacerse ilusiones, ni estar seguro de que ocupará una función en el gobierno, porque su buen rédito político ha de obedecer -como buen ciudadano- a su interés por la transformación del país y no exclusivamente a la búsqueda de un espacio administrativo estatal. En esa cordura, todos los incumbentes deben estar preparados para ser reemplazados y los aliados para aportar desde la reserva.
Rememoremos el aforismo de Jesús en relación con la parábola de los invitados judíos al banquete de bodas: «Muchos son llamados, pero pocos son escogidos». Contemos experiencias dominicanas del siglo XXI: En la campaña electoral de 2004, un cercano de Leonel Fernández laboró intensamente en un equipo de trabajo y, tras la asunción a la Presidencia de la República, no le dieron ni los buenos días y, disgustado, se marchó a vivir a Nueva York. Regresó con el uniforme de danilista.
Otro periquete divertido. En el 2012, un viejo camarada de Danilo Medina le acompañó durante toda la jornada electoral y el 16 de agosto aguardó -empinando el codo con tragos de wiski en la sala de su casa- la emisión del decreto contentivo de su designación. Todavía a los cuatro meses, el elegante traje blanco para su juramentación estaba enganchado en el aposento, porque el edicto no salió, y miraba torcido en su estado depresivo. Cuatro años después, otro correligionario de este mismo candidato presidencial gastó una millonada -pagando incluso para que le instalaran una caseta cercana a la de Danilo Medina- y el cargo al que aspiraba aún lo está esperando.
No se trata de jugar a la ruleta rusa. Entre el 19 de mayo y el 16 de agosto, el presidente Abinader Corona se zambulle en la delicada tarea de seleccionar a quienes le acompañarán en su nuevo período constitucional, en la porcelana de postulantes en demasía y la limitada disponibilidad de cargos. A Dios que lo ilumine en esa complicada tarea, que pondere la novena que acabamos de señalar y que los que no sean escogidos que conscientemente se contagien con el síndrome de Sjogren, para bloquear las lágrimas y la saliva, y esperar tranquilos otra oportunidad, más adelante.