Tarde del viernes 18 de marzo de 2011.
Allende, a 60 kilómetros de la frontera de México con Estados Unidos. Comienza una masacre que aún no se olvida.
Entre las 18:30 y 19:00, al menos 60 sicarios del cartel deLos Zetas derribaron con una camioneta el portón principal del rancho de «Los Garza».
En las siguientes 48 horas desaparecerían 42 personas, o pudieron haber sido 300.
Lo ocurrido en este municipio del norte de México fue motivo de una investigación liderada por el reconocido académico Sergio Aguayo y realizada tras un acuerdo con la oficina gubernamental Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV). El trabajo fue publicado en 2016 por El Colegio de México.
El estudio buscó determinar el trato y las reparaciones del Estado a las víctimas de la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010, y de la desaparición de un número indeterminado de personas en Allende, Coahuila, en marzo de 2011.
Ambas a cargo de Los Zetas, la de Allende es una historia mucho menos conocida.
Este 30 de junio, Netflix estrenó su serie ficcional «Somos.» basada en el reportaje de la periodista estadounidense Ginger Thompson sobre la masacre de Allende.
«Es la primera serie que aborda la violencia del narcotráfico desde la perspectiva de las víctimas», destacan sus creadores.
Historia de una matanza olvidada
La masacre fue tan brutal que ni siquiera hay claridad sobre el número de víctimas.
Una versión muy extendida, apunta el estudio «En el desamparo», es que en Allende desaparecieron 300 personas y «es posible que así sea», pero el expediente de la Fiscalía sólo tiene información sobre 42 desaparecidos entre enero de 2011 y agosto de 2012.
La investigación se centra en la desaparición de 26 personas entre las 19:00 del viernes 18 de marzo y las 20:00 del domingo 20.
La ciudad de Piedras Negras, en la frontera con Texas, se había convertido en un enclave esencial para el narcotráfico y desde allí Los Zetas controlaban lo que ocurría en Allende, 60 kilómetros al sur.
Los hermanos Miguel Ángel Treviño Morales (el Z40) y Omar Treviño Morales (el Z42), exlíderes de Los Zetas ahora detenidos, pensaban que había tres traidores a su organización que estaban colaborando con las autoridades en Estados Unidos y se habían llevado hasta US$10 millones en ganancias por la venta de drogas.
El principal era Alfonso Poncho Cuéllar, quien tenía como empleados a Héctor «El Negro» Moreno y Luis «La Güiche» Garza.
Este último era residente de Allende, y «para castigar su deslealtad», explican los investigadores, «Los Zetas ocuparon el poblado» ese fin de semana del horror.
El resultado: desaparecieron a 26 personas, 20 familiares y allegados de Garza, tres amigos de Cuéllar y dos trabajadores de Héctor, y destruyeron 32 casas y dos ranchos, «Los Garza» y «Los Tres hermanos».
El ataque de Los Zetas evidencia la colusión con las autoridades locales, pues 20 agentes de la policía municipal fueron instruidos para «no salir a patrullar, ni responder a los llamados de auxilio que se presentaran» y «levantar a cualquiera de apellido Garza» para entregarlo al grupo criminal.
El día que empezó todo entraron a balazos y agarrando a quien se encontraba en el lugar, incluyendo cuatro mujeres de edad avanzada y dos niños. Y el domingo llegaron a la casa de un Garza, donde capturaron a un hombre, su esposa y un hijo menor de edad.
Los Zetas los metieron a una patrulla policial para trasladarlos a uno de los ranchos donde fueron trasladando a más personas durante el fin de semana. El domingo por la noche llegó el final. Los sacaron de allí para ejecutarlos.
Pero antes habían saqueado y vandalizado sus viviendas e incitado a los vecinos a robar todo lo que había en las casas antes de incendiarlas.
Después se deshicieron de los cadáveres con métodos diferentes. En el rancho «Los Garza» echaron gasolina en la vivienda y en la bodega, donde amontonaron los cuerpos, y «luego prendieron el fuego que se prolongó toda la noche ‘hasta que se cocinaron’ los cuerpos».
En el rancho «Los Tres Hermanos» rociaron los cuerpos con gasolina y los metieron de a uno en toneles de metal para prenderles fuego: «Después de cinco o seis horas se cocinaron los cuerpos (…) quedaba pura mantequilla (echaron los restos en una acequia y en un pozo para que no se viera nada)», explica el estudio basado en el expediente.
La operación de venganza contra los Garza no quedó allí. Un año después, un grupo de sicarios y policías desaparecieron a una pareja, un hijo de 6 años y un bebé de meses.
Los investigadores señalan que de la masacre de Allende quedaron dos sobrevivientes: una niña de 5 años y un niño de 3.
Una policía «integrada a Los Zetas» los entregó en una casa hogar de Piedras Negras y «de ahí fueron recogidos por sus parientes, con quienes viven desde entonces».
Una «antinarcoserie»
A una década de la masacre, los productores de «Somos.» presentan una serie ficcional basada en el reportaje «Cómo Estados Unidos desencadenó una masacre en México», de la periodista estadounidense Ginger Thompson.
Sus escritores, James Schamus y Monika Revilla, aseguran que buscaron centrar la historia en las víctimas, contrario a los «géneros usuales» en los que se llega a glorificar a los narcotraficantes.
Por ello Revilla la describe como una «antinarcoserie«.
«A diferencia de otras que tratan la violencia de los cárteles, ‘Somos.’ no glamuriza al narco, en vez, le da la voz a las víctimas. Le pone rostro a los que vivimos en un estado de violencia, recuperando así la perspectiva humana», dice Revilla en una presentación de la serie.
«‘Somos.’ habla de lo que durante mucho tiempo no se pudo decir. Cuenta la historia de una masacre de la que, en su momento, nadie se enteró. A diez años de los eventos, ‘Somos.’ es un recordatorio. Nunca hubo un diálogo nacional sobre Allende. Quizá esta sea la excusa para platicar sobre lo que sucedió».
*Basado en el artículo «Así ocurrió la brutal y olvidada masacre de Allende, una de las más sangrientas de Los Zetas» del periodista Juan Paullier, publicado en BBC Mundo el 10 de octubre de 2016.