Han sido aliados y adversarios, pero nunca indiferentes ante el otro.
Estados Unidos y Cuba han mantenido una difícil y compleja relación desde que la isla obtuvo su independencia de España hace más de 120 años.
A lo largo de todas estas décadas, la potencia del norte ha sido un actor determinante para lo que ocurre en la isla.
Tal vez su punto más álgido fue durante la Guerra Fría, cuando a cambio de la ayuda y protección soviética, La Habana se ofreció a Moscú como una cabeza de playa desde la cual misiles nucleares podían amenazar objetivos clave del sur del EE.UU., incluyendo la desembocadura del río Misisipi, las principales instalaciones petroleras, así como importantes puertos del país.
Por su parte, Cuba ha sido uno de los países de América Latina que más influye en la vida política de Estados Unidos.